Los 3 envíos de mercancías más raros de la historia

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Las empresas de transporte han visto cargas de todo tipo. Y es que en el transporte de mercancías tiene cabida casi cualquier tipo de carga. De esta manera, por si alguna vez os habéis preguntado cuál ha sido el envío más peculiar de la historia, hoy os lo descubrimos.
 
Con las posibilidades de transporte que tenemos hoy en día, se da la oportunidad de trasladar una gran variedad de productos de diferentes formas, volúmenes y materiales (sólidos, líquidos, gaseosos), siempre y cuando no sean considerados ilegales.
 

Los envíos más extravagantes que habrás escuchado

A continuación os mostraremos tres casos excepcionales de personas que decidieron poner a prueba las oportunidades de envío. Todas las historias tienen diferentes motivos, sin embargo, os adelantamos que todas tienen en común varios aspectos: son chocantes y lo que se traslada son personas.
 

    1. El del contable del sur de Londres.

Se tiene constancia que en el año 1900, el contable W. Reginald Bray, quiso mofarse del servicio de correos británico al leer su guía de servicio postal. En la guía se aseguraba que era posible enviar seres vivos por correo, siempre y cuando fueran “más grandes que una abeja y más pequeños que un elefante”.
 
El señor Bray quiso aprovechar la ocasión y testar al sistema de transporte poniendo a prueba esta afirmación. De esta forma, quiso enviarse a sí mismo y a su perro, teniendo éxito en la hazaña.
 
Como su idea resultó todo un éxito, decidió repetir la aventura años más tarde. Así, en 1903 y en 1932, este hombre singular volvió a hacer de las suyas. Y lo llamamos “singular” ya que se conoce que, a los 60 años de edad, había enviado por correo unos 30.000 objetos.
 
Sin embargo, no todas sus locas ideas salieron como esperaba, y es que entre sus fracasos más destacados está la imposibilidad de hacer llegar al mismísimo Santa Claus una carta.
 

    2. El británico que viajó a Australia.

El también británico Brian Robson llegó a Australia por mediación de un programa especial de inmigración en 1964. Por alguna razón que desconocemos, parece ser que las antípodas no le gustaron lo suficiente, por lo que decidió volver a su tierra natal, Londres.
Disponía de un bajo presupuesto, así que tuvo la genial idea de enviarse a sí mismo en una caja, indicando que ésta contenía en su interior un ordenador. Como sabréis, por aquel entonces los ordenadores quedaban muy lejos en apariencia a los actuales de sobremesa.
 
Así, Robson robó la idea al atleta australiano Reg Spiers, que años atrás realizó este mismo viaje pero en dirección inversa (Australia – Londres). Sin embargo, su predecesor lo tuvo más sencillo, ya que al trabajar en el aeropuerto, hizo lo posible por tomar las precauciones y facilidades necesarias para poder salir de la caja en caso de urgencia.
 
En el caso de Brian, el valiente viajero se metió en la caja solo con la compañía de una linterna y 2 botellas, una para el agua y la otra para la orina. En principio, el viaje iba a durar 36 horas. Pero no fue así, ya que el tiempo final acabó siendo de cuatro días, lo que casi le cuesta la vida.
 

    3. El estadounidense de Virginia.

El último caso es el de Henry Brown, al que apodaron “box” (caja) tras el siguiente acontecimiento. Brown era un esclavo negro nacido en el estado de Virginia, donde la esclavitud era legal.
 
El sueño de este hombre era liberarse de ser esclavo, por lo que vio en una caja la posibilidad de librarse de la esclavitud. Quería desplazarse a otro estado donde la esclavitud estuviese abolida, y no era para menos: el que se consideraba dueño de su familia vendió a su mujer e hijos, pese a las insistencias de Brown por evitarlo.
 
En 1849, Henry disponía de 166 dólares ahorrados, por lo que invirtió la mitad de su dinero en luchar por alcanzar su objetivo. Con la ayuda de dos amigos que se implicaron en la causa, el esclavo se lesionó voluntariamente para no acudir al trabajo sin levantar sospechas, así, aprovechó para introducirse en una caja pequeña con la típica etiqueta de “tratar con cuidado”.
 
Sin embargo, la etiqueta no tuvo demasiado efecto, ya que la caja fue golpeada durante todo el recorrido sin ningún miramiento. Tras 27 horas de trayecto, Henry Brown pudo ser libre.
 
Pero esta historia no tiene un final feliz. Y es que durante el mismo año de su escapada, éste quiso volver a comprar a su familia y se puso en contacto con el dueño, el cual se negó. Brown acabó huyendo del país y de la ley de esclavos fugitivos, aterrizando en Inglaterra, donde siguió reclamando los derechos de las personas de raza negra.
 
 
Como habéis visto, las tres anécdotas surgen por causas y razones distintas. La primera, propia de la excentricidad, la segunda, por falta de dinero, y la tercera, por huir de la esclavitud. Lo que queda claro es que la imaginación, valentía y el atrevimiento es lo que impulsó a estos tres personajes a hacer lo que hicieron. Y a ti, ¿también te han impresionado estos casos?
 
 

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